Empoderarse es hacer opciones libres por Dios y por los demás

 Empoderarse es hacer opciones libres por el plan de Salvación de Dios y por los demás. Esto es, promover un reparto de poderes que nos sitúe a todos en comunidad de hermanas y hermanos. El empoderamiento de las mujeres es un reto necesario para una igualdad real dentro y fuera de la Iglesia. La actualización de la propuesta del Reinado de Dios pasa, hoy por crear puentes de encuentro que reduzcan la exclusión de los que sufren la dominación de otros. 

La opción por Dios es una opción libre por la justicia en mi propio cuerpo y en el de los demás. Podemos comprobar que la resistencia de las mujeres nace del dolor que sufren en sus cuerpos, y que es acompañada por la esperanza de que tras la lucha “La paz y la justicia se besarán” (Sal 85,9-11). Esto quiere decir que optar por empoderarme es optar por la justicia para los demás, acompañada por la liberación que Jesucristo ha realizado en mí y que me convierte en instrumento de su justicia en este mundo. 

Ello se debe enmarcar en un objetivo más general que es el objetivo del Reinado de Dios: la búsqueda de la igualdad entre mujeres y hombres, hijas e hijos de Dios Amor. Pero este objetivo se puede concretar en algunas perspectivas que tienen que ver con trazar redes de encuentro y cuidado entre nosotras. Ello repercutirá en los miembros de nuestras comunidades e iglesias y en unas relaciones más equitativas y sanas.

La mayoría de las creencias y hábitos sexistas obligan sin dar ordenes, a través de una violencia simbólica que justifica costumbres sociales y prácticas religiosas para frenar y someter los deseos y necesidades de las mujeres. Por tanto los procesos de exclusión con los que convivió Jesús y contra los que luchó siguen invisibilizando a las mujeres. El control, la culpa o el miedo siguen siendo herramientas políticas (y religiosas) profundas y su compleja red de influencias sigue provocando inferioridad, inseguridad, desconfianza e impotencia, fenómenos propios de la baja estima.

La opción por el empoderamiento en Cristo, es una opción libre, que no debe ser tomada a la ligera, sino que debe ser trabajada y cuidada. Es una opción que desarrolla una espiritualidad en una praxis para la vida, «porque Dios llama a la existencia, a la vida». Y quiere que las mujeres tengamos vida, y una vida en plenitud. Por eso la ética de la resistencia de los cuerpos de las mujeres es una praxis transformadora que relaciona estrechamente lo personal con lo colectivo. El empoderamiento personal me debe llevar a una solidaridad entre mujeres que acompañe junto con mi empoderamiento el empoderamiento de otras mujeres. Implica una ética de la solidaridad, un apoyo mutuo para aquellas que estén llevando a cabo acciones por la emancipación feminista en cualquier ámbito social, económico o religioso.



Cuando el feminismo cristiano defiende el poder para las mujeres creyentes, no pretende que haya más mujeres poderosas sino, precisamente, de que deje de haber hombres y mujeres poderosos que controlan y organizan la vida social y la vida de Iglesia sin contar con el resto o hacerlo de forma paternalista. Apuestan por una redistribución de oportunidades sociales y eliminación de privilegios masculinos en las prácticas y relaciones, que les autorizan a discriminar, marginar, someter o explotar a mujeres. El feminismo cristiano pretende homogeneizar el poder y la participación de hombres y mujeres en la sociedad y en la Iglesia, respetando la diversidad e igualando las condiciones de vida y desarrollo entre las mujeres.

                   (Adaptación del texto Silvia Martinez Cano (ed.), Mujeres, espiritualidad y liderazgo, San Pablo, PPC, 2019)


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